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«Carta de un asesor presidencial» [curiosidad] #50AñosDelGolpeMilitar

Santiago, 14 de agosto de 1973

Doctor:

Me pareció entender que me dijo que esperara. Lo he hecho por el espacio de cuatro horas. Por último, para sentir menos el lento transcurrir de los minutos, me he resuelto a poner en orden algunos puntos sobre los que me hubiera gustado conversar con usted.
Desde la mañana en que asumió el actual Gabinete (9 de agosto), he estado trabajando fuera de La Moneda. No sé otra cosa de la que ha ocurrido en los últimos días, excepto lo que informaron los medios de difusión. Con todo el riesgo que implica desconocer la interioridad de las actuaciones del Gobierno en estos días, creo que debo manifestarle algunas de las observaciones que me merece la actual situación.
La incorporación de los más altos jefes institucionales de las FF.AA. y Carabineros representa un recurso extraordinario para el actual Gabinete, pero al mismo tiempo un gran riesgo. Usted señaló, oportunamente, en el momento de su designación, que éste era el último recurso que el actual régimen institucional ofrecía para intentar controlar la situación, respetando los márgenes de actuación que él reconoce al Gobierno. Esta advertencia encierra en sí misma la esencia última de lo que está ocurriendo en la presente conyuntura.
Cuando un Gobierno enfrenta una insurrección generalizada de toda una clase social, que se expresa a través de los vehículos más diversos -desde el terrorismo al bloqueo parlamenterio-, es obvio que el Gobierno podrá superar la situación en la medida que disponga y use de mayor fuerza que el movimiento insurreccional.
Con este fin designó usted a los más altos representantes del aparato armado del Estado en puestos ministeriales. Sin embargo, en la medida que este nuevo Gabinete no dé -desde el momento mismo en que asume- la imagen de decisión y fortaleza para enfrentar las manifestaciones más graves de insurrección y sabotaje económico, la real situación del Gobierno se agrava considerablemente. Pues estaría demostrando en los hechos que el aparato coercitivo del Estado está paralizado frente al movimiento insurreccional. Lo que era una posibilidad mientras el Gabinete estaba integrado exclusivamente por civiles, se convierte en una certeza en cuanto los Comandantes en Jefe se funden simbólicamente en ese mismo Gabinete.
Un Gabinete cívico-militar que se cree con autoridad bastante para dar un tiempo de 48 horas a los transportistas paralizados, no puede dar la penosa impresión de dejar pasar el plazo y no reaccionar. Si ella es políticamente un error para cualquier Gobierno, lo es mucho más si en el ultimátum están involucradas las Fuerzas Armadas.
Claro está, las facultades legales al alcance del Gobierno frente a la huelga pueden ser reducidas. Pero si ello es así, ¿por qué se recurre al mecanismo del plazo perentorio el viernes pasado? (10 de agosto). Hubiera sido más acertado darle a la resolución del Consejo de Gabinete la forma de declaración, o de una petición a los huelguistas para que restablecieran sus actividades normales.
El país vio que el lunes (13 de agosto) pasó sin que el Gobierno materializara ninguna acción material y concretara sobre los huelguista.Lo mismo ha ocurrido hoy martes. Cierto es, se han dado a la publicidad la carta del Presidente al Ministerio de Defensa, y los acuerdos del Consejo de Gabinete del día de hoy. Pero todo ello no pasa del nivel de comunicaciones internas entre distintas dependencias administrativas del Gobierno, sin que en los hechos ello se traduzca en un solo camión en huelga recuperado para la actividad económica.
Es más, una lectura atenta de la mencionada carta del Presidente al Ministro de Defensa y de la declaración del Consejo de Gabinete de hoy parece indicar que el Gobierno se encuentra legalmente desarmado para hacer operar el aparato represivo contra una huelga que amenaza sectores vitales de la economía nacional. Si ello es así, ¿por qué se ofreció el espectáculo del plazo perentorio?
Ante el país, la imagen que aparece es la de un Gobierno todavía inmovilizado, lo que, dada la magnitud del problema que tiene enfrente, asemeja en algún modo a la importancia. Pero si en esta perspectiva las FF.AA. se encuentran también como inmóviles y paralizadas, este hecho entraña la más seria gravedad.
Sus consecuencias no deben sorprendernos. En la medida que la oposición está buscando el colapso económico del país, cada día de duración de una huelga que lleva casi tres semanas se suma al haber de la insurrección y al pasivo del Gobierno.
Todos los síntomas son coincidentes: desconcierto e incertidumbre entre los trabajadores de la Unidad Popular, que ven cómo la oposición se está saliendo con la suya y ellos nada sustancial pueden hacer para evitarlo. Producir más, sí, pero cómo, si cada día tienen menos materia prima. Producir más, de acuerdo, pero el esfuerzo acumulado de varios meses se ha consumido, se ha malgastado en 10 días de huelga de la oposición. Para el Gobierno le ha sido imposible evitarlo y ahora no puede vencer. Obviamente, semejante círculo de circunstancias no puede sino envalentonar a la oposición civil. El Gobierno inmovilizado, el aparato coercitivo del Estado paralizado, ¿qué mejor estímulo para impulsar más a fondo la insurrección? Por lo demás, cabe preguntarse si el simple hecho de la incorporación de los Comandantes en Jefe al Gabinete no los hizo desistir de su propósito, ¿no está ello indicando que cuentan con movilizar activamente a su favor al menos un sector de las FF.AA.?
En otras experiencias históricas, poco ha posibilitado más el desarrollo final de la escalada fascista que la paralización e impotencia de los Gobiernos liberales de Italia o socialdemócrata de Alemania frente a los grabes problemas económicos. ¿Nos estamos aproximando nosotros a esa situación? Hoy, con las FF.AA.en el Gabinete, los plazos para ello son mucho más breves que hace algunas semanas.
Una pregunta me formulo estos días: si los Comandantes en Jefe, el Presidente y la Unidad Popular no son capaces de imponerse como autoridad ante la insurrección, ¿cuánto tiempo van a tardar los mandos militares intermedios conservadores en sentirse desvinculados de sus jefaturas máximas, y no decidirán actuar por su cuenta aislado al Alto Mando en la cúspide? Es lo que ocurrió un 18 de julio en España.
Por último, si la burguesía logra su objetivo de provocar el colapso económico nada sería más perjudicial para el movimiento popular que tener desarticulada la organización y capacidad de acción de los trabajadores. Si en ese momento están desorientados y escépticos respecto del Gobierno, o desmovilizados, sin espíritu combativo, no habrá nada que impida la caída de nuestro Gobierno.
En ese sentido es compresible que los partidos y sindicatos se muestren recelosos frente a la declaración de Zona de Emergencia y no dejan de tener razón. Si las fuerzas coercitivas de las FF.AA. está paralizada ahora frente a las manifestaciones de insurrección, ¿por qué tienen que transfigurarse por el hecho de declararse la Zona de Emergencia? Si realmente quieren operar en defensa del Gobierno, ante el trabajador sencillo parece que debieron poder hacerlo ahora que están ya en el Gabinete.
Estas son, doctor, las reflexiones que me hubiera gustado comentar con usted. Con la ventaja de que sus precisiones no hubieran permitido precisar más o eventualmente rectificar mis impresiones.

Afectuosamente

Joan Garcés
Camilo Taufic, Chile en la hoguera. Crónica de la represión militar (Argentina: Ediciones Corregidor, 1974), 37 – 40.

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